UN CLAMOR QUE AUN PERSISTE

SALMOS 4

"Responde a mi clamor,  Dios mío y defensor mío.
Dame alivio cuando esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración.
Y ustedes, señores,  ¿hasta cuándo cambiarán mi gloria en vergüenza?
¿Hasta cuándo amarán ídolos vanos e irán en pos de lo ilusorio?
Sepan que el Señor honra al que le es fiel;  el Señor me escucha cuando lo llamo.
Si se enojan, no pequen; en la quietud del descanso nocturno examínense el corazón.
Ofrezcan sacrificios de justicia  y confíen en el Señor.
Muchos son los que dicen: “¿Quién puede mostrarnos algún bien?”
¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!
Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia.
En paz me acuesto y me duermo,  porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado."


Este salmo comienza con un gran clamor de David. Su oración. El refugio que tenemos quienes nos llamamos hijos de Dios.

Así como David, cada uno de nosotros vivimos enfrentándonos a diferentes presiones en nuestro andar por esta vida. Para poder resistir el embate de estas presiones necesitamos el aliento y el estímulo que solo encontramos en Dios y en Su Palabra. Caminamos en un mundo acelerado, que nos exige, nos empuja, y que nos estresa. No nos queda tiempo ni para la familia, ni para nosotros mismos y por supuesto menos para nuestro Dios. Esa misma presión e inercia nos aleja de actuar como seguidores de Cristo deslizándonos lentamente hacia el pecado. David nos recuerda que debemos examinarnos constantemente. Hagamos un alto en esta vorágine, alejémonos del agite diario y examinemos nuestros corazones. Aprovechemos la oportunidad que nuestro descanso nocturno nos da y meditemos en la quietud de nuestra habitación. Dios nos escucha pacientemente cuando reflexionamos y vamos a EL con un corazón humilde y arrepentido.
 
Como comenté en un artículo anterior (LA BUENA CARRERA), muchos creen que la felicidad se encuentra cuando entramos en una “carrera de ratas”. La realidad es que aquellos que piensan que con dinero lo pueden comprar todo porque todo tiene un precio, se equivocan, ya que el amor genuino no está a la venta; tampoco la paz, ni el gozo, y mucho menos la salvación de nuestras almas.
 
Es un error enfocar nuestra felicidad en posesiones materiales. Fíjense que David tenía alegría en su corazón independientemente de lo material, y esta es la verdadera felicidad. Es algo que distingue a los hijos de Dios, el canto de alabanza al Señor y el Gozo de Dios en cualquier circunstancia.
 
He escuchado mucho la expresión: “Me acuesto con mi consciencia tranquila y duermo en paz”. Cuando alguien no puede conciliar el sueño puede ser por varias razones. Una, pueden ser las presiones; otras, pueden ser la inseguridad del trabajo, la casa, los hijos; otra, puede tener una mala conciencia, etcétera.
 
David podía descansar y dormir porque confiaba en Dios. La mejor almohada y el mejor colchón en el que podemos descansar es en las promesas de Dios. Las adversidades que enfrentamos son ocasiones en las cuales podemos acercarnos a nuestro Padre Celestial a través de la oración. Él hará que en esas ocasiones en la cuales estamos como oprimidos, seamos exaltados y bendecidos.

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