DOS PERSONAS EN NUESTRA VIDA.

Existen dos personas cohabitando en nosotros: La visible y la real.

La primera es la que usualmente mostramos a los demás. Aquella que puede amoldarse de acuerdo con el grupo en donde estemos interactuando. Hay personas que portan diferentes caretas. Una para el trabajo, otra para los amigos, una diferente para la familia y no olvidemos la especial para la iglesia. Representan diferentes papeles para complacer al grupo y en algunos casos para ser aceptados. Lo cierto es que esta forma de vida tiene sus consecuencias inmediatas y una de ellas es vivir en una angustia constante, en un temor por quedar expuesto como impostor. La persona visible es la que “todos conocen”. No es la verdadera persona.

Lamentablemente estamos sometidos a presiones sociales que nos empujan a hablar y actuar de manera tal de poder comportarnos acordes al momento, a la moda, a la forma de ver la vida actual en fin a tolerar y coexistir pacíficamente. El trabajo de proyectar nuestra imagen a los demás es un trabajo colosal!
 
Por otro lado también existe la persona real, la verdadera, la que Dios conoce. Somos quienes somos en nuestra mente, antes de que hablemos o actuemos. Nuestras palabras o acciones son consecuencia de nuestros pensamientos. La misma Escritura nos lo afirma:
 
“El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?” Jeremías 17:9
 
Para proteger nuestra imagen llegamos a engañarnos nosotros mismo hasta creer que la persona visible es la real. Para poder llegar a descubrir quienes realmente somos, primero debemos ser humildes y admitir que sin la ayuda de Dios no podremos lograrlo.
 
Una de las cosas más importantes que debemos entender es que nuestras batallas se libran primero en la mente. Es la lucha en nuestra decisión de montar el caballo correcto, es la batalla entre la perspectiva secular y la cristiana. La Escritura abarca este tema y nos lo muestra en Efesios:
 
“La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!”
Efesios 6:12
 
Nuestro principal inconveniente es que no creemos o no tomamos en serio esta guerra espiritual, y muchos estamos perdiendo la batalla en nuestras mentes. Pero no todo está perdido, podemos revertir esta situación comenzando por auto examinarnos a la luz de la Palabra de Dios – La Biblia.
 
Hagámoslo con dedicación, con honestidad, con seriedad y perseverancia. Démosle la importancia que realmente tiene. Examínenos cada área en nuestras vidas y busquemos armonizarla con cada principio que Dios nos ofrece para vivir una vida centrada en ÉL. 
 
Si llegas al punto donde te dices internamente, “Necesito conocer más mi verdadera persona, la que Dios conoce” pudieras preguntarte entonces ¿Cuál es el siguiente paso?
 
Leí un artículo que narraba la historia de un pastor que se percató que había llegado un nuevo miembro a la iglesia y se acercó a conocerlo. El muchacho era fanático del deporte y como el pastor le gustaba el boxeo lo invitó a asistir a una pelea, cosa que el muchacho nunca había hecho. 
 
Justo antes de iniciar la pelea, uno de los boxeadores se hizo la señal de la cruz en la frente. El muchacho se volteó al pastor y le preguntó: ¿Qué significa eso?
 
El Pastor lo miró y le respondió rápidamente: “No significa nada si el boxeador no sabe pelear”
 
Entonces, el siguiente paso, es obtener las destrezas para poder librar y ganar esta batalla desde tu mente y esto solo se puede obtener buscando Su guía, Su sabiduría a través de la oración constante y el conocimiento de Su Palabra – La Biblia. Congregándote en una iglesia de sana doctrina y buscando servir y crecer espiritualmente al lado de tus hermanos cristianos.

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