CUIDÉMONOS DEL ORGULLO
Uno de los problemas a los cuales nos enfrentamos diariamente es el orgullo.
Así es, el orgullo es una condición de toda la humanidad. No está relacionado ni depende de la condición social, edad, las habilidades o la experiencia.
Revisemos el caso del primer rey humano de Israel, Saúl. La Biblia describe a Saúl como un joven impresionante y apuesto, sin igual entre los hijos de Israel (1 Samuel 9:2). Como rey de Israel, Saúl debía obedecer las instrucciones del Señor para ese rol.
Nuestro Padre celestial nos trata de una manera parecida. Nos ha escogido para pertenecer a su familia, tiene un plan para nuestra vida y un trabajo especial para que desempeñemos (Efesios 2:10). Adicionalmente nos dejó el Espíritu Santo para guiarnos y capacitarnos, de modo que llevemos a cabo los planes del Señor...¡pero a nosotros nos corresponde obedecer!
Para cumplir con su rol y tener éxito, Saúl necesitaba recordar varias cosas. Primero, su autoridad venía de Dios. Además, sus responsabilidades incluían dar cumplimiento al plan del Señor, obedecerlo y guiar al pueblo con su ejemplo.
En 1 Samuel 13:1-15 se nos relata una historia donde Saúl, como muchos de nosotros hoy, actuó como si el control fuera de él, no del Señor, permitiendo que la presión de la situación tuviera prioridad sobre la obediencia. Por su orgullo, Saúl violó la ley de Dios y ejerció responsabilidades sacerdotales que no le correspondían.
En 1 Samuel 13:1-15 se nos relata una historia donde Saúl, como muchos de nosotros hoy, actuó como si el control fuera de él, no del Señor, permitiendo que la presión de la situación tuviera prioridad sobre la obediencia. Por su orgullo, Saúl violó la ley de Dios y ejerció responsabilidades sacerdotales que no le correspondían.
Pero...¿Por qué es el orgullo un pecado tan grande?:
- El orgullo es atribuirse el crédito por algo que Dios ha hecho.
- El orgullo es tomar la gloria que solo le corresponde a Dios.
- El orgullo es básicamente centrarse en uno mismo.
Cualquier cosa que hubiéramos hecho en este mundo, no habría sido posible si Dios no nos hubiera permitido realizarla. Eso es por lo que le damos la gloria a Dios – porque solo Él la merece.
De igual manera el orgullo ha impedido que mucha gente acepte a Jesucristo como su Salvador personal. El rehusar admitir el pecado y reconocer que en nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada para heredar la vida eterna, ha sido una piedra de tropiezo para la gente soberbia.
No debemos gloriarnos de nosotros mismos, pero si queremos glorificar algo, entonces debemos proclamar las glorias de Dios. Lo que decimos de nosotros mismos, no significa nada. Es lo que Dios dice acerca de nosotros, lo que hace la diferencia.
"El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido".
(Proverbios 29:23 )
Nuestro Padre celestial quiere ocuparse de nuestro orgullo al hacer que nos humillemos delante de Él, confesemos nuestro pecado, y busquemos su ayuda para vencerlo.
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