BUSCANDO LA PAZ DE DIOS
Nuestro cotidiano andar está lleno de diversas situaciones que nos envuelven y que nos alejan de nuestra verdadera prioridad y nuestro foco.
Es importante que reflexionemos y nos demos cuenta de que así como tenemos momentos de alegría, en los cuales debemos dar gracias a Dios, también nos encontramos en nuestro camino con tormentas emocionales que pueden ser tan difíciles de manejar como las físicas. La tristeza, el temor, la angustia y la preocupación pueden producir en nosotros una gran agitación y desviarnos de nuestro foco en la vida: DIOS.
Para ayudarnos en estos momentos, Dios nos da su protección y su paz. Pero eso no significa que dejaremos de tener problemas. El Señor Jesús permitió que los discípulos sintieran temor y angustia mientras navegaban en un mar turbulento. Lo permitió porque quería enseñarles a reconocer lo impotentes que eran y la necesidad que tenían de Él.
La paz de Dios no depende de la solución de nuestros problemas o de la eliminación de las presiones externas. Tampoco significa la ausencia de conflicto.
La paz prometida viene de tres maneras:
Primero, el Señor Jesús mismo se convierte en nuestra paz. Por su muerte, Él nos ha reconciliado con el Padre, y ya no somos sus enemigos (Romanos 5.1). En Dios, podemos estar tranquilos.
Segundo, cuando nuestra relación con el Padre es buena, podemos vivir en paz con nuestro prójimo (Efesios 2:14). Por medio del Señor, tenemos el poder de decidir perdonar, de no guardar un registro de agravios, y de demostrar amor a las personas que nos rechazan.
Tercero, la obra transformadora del Espíritu Santo nos capacita para experimentar una sensación de tranquilidad interior cada vez mayor (Filipenses 4:7).
Nuestro Padre celestial nos dará lo que necesitemos espiritualmente, tanto para salir adelante con paciencia, como para fortalecer nuestra fe en Él.
¿Qué retos enfrentas? ¿Estás utilizando lo que Dios ha provisto?
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta pagina.