SOLO NO ESTOY, PORQUE EL PADRE ESTÁ CONMIGO


Como tantos otros años, e incluso sin tener la intención de ello, la euforia propia de estos días nos envuelve. La Navidad es usualmente una época que irradia alegría, infunde nuevos aires a nuestro alrededor y nos lleva a experimentar sentimientos potenciados, y en ocasiones, encontrados.

Para muchos este año ha sido ‘muy intenso’, por calificarlo de alguna manera. Estuvo lleno de momentos de alegría, sin embargo, muchos experimentamos el dolor de la pérdida de un ser amado, el miedo de sentirse enfermo, la incertidumbre al escuchar el diagnóstico tan temido e incluso de no tener diagnóstico claro, la impotencia de no poder curar la enfermad de un hijo, la desesperanza que se siente el perderlo todo, la tristeza que inunda el alma al verse obligado a abandonar su país, la angustia de no poder ayudar nuestros seres queridos... la lista es extensa.

En nuestro caso, este año perdimos nuestro hogar y todo lo que habíamos construido en 28 años de matrimonio. Recuerdo que, pocos días después de la inundación de Harvey, la primera vez que pudimos ir a un centro comercial, donde nos citó un amigo para donarnos ropa, nos sentimos muy extraños y fuera de lugar al ver que la gente seguía sus vidas como si nada, había risas, familias divirtiéndose, visitando tiendas... el sentimiento de estar fuera de lugar nos arropó. Estábamos desesperados por salir de ese lugar, sin embargo, entendimos que el mundo no se detiene y que aun cuando en ocasiones sentimos un dolor intenso, debemos continuar este camino que se llama vida.

Hace poco escuché un sermón del Dr. Tony Evans donde refería la historia de Keri Strug, una niña que representó a los Estados Unidos como parte del equipo de gimnasia en las olimpiadas de 1996. Keri cargaba la responsabilidad de ejecutar un salto que aseguraría la medalla de oro para su país, ya el resto del equipo había hecho su parte. Desafortunadamente, en su primer salto en el potro se dobló el tobillo y el dolor era intenso, tanto que solo podía afincar un solo pie. Mientras esperaba en la banca, Keri lloraba por dos razones: la primera, por el dolor que sentía y la segunda, porque sentía que no había forma de que pudiera continuar en la competencia en esas condiciones, lo que inevitablemente afectaría la posibilidad de obtener la medalla de oro para su país. Su último salto se aproximaba y cuando estaba a punto de abandonar, su entrenador se acercó, la miró a los ojos y le dijo: “Tú puedes, continúa, yo creo en ti”

Mientras Keri se acercaba a su posición, sin ni siquiera poder caminar, inició su salto. Más tarde le comentaría a un entrevistador que en ese momento decidió mantener su mirada en su entrenador. Esto le permitió desviar su foco de atención del dolor en su tobillo al aliento que le infundió quien creía en ella. Comenzó su carrera, aun lloraba, el dolor era intenso, sin embargo, decidió seguir adelante y efectuó el salto, logrando lo imposible para muchos. Ese año el equipo de gimnasia femenino obtuvo la medalla de oro en esa especialidad.

Muchos tenemos dolores profundos, que nos hacen cojear y a veces sentir que no podemos seguir adelante, que somos incapaces de continuar, que debemos abandonar el camino... en esos momentos, es importante cambiar el foco de atención... No estoy diciendo que no sientan, que no lloren, que simulen alegría externa, no no es así. Somos humanos, sentimos dolor y debemos, hasta por salud, exteriorizar nuestros sentimientos, solo estoy sugiriendo que, para poder seguir adelante, es vital cambiar el foco de nuestra atención, como lo hizo Keri.

Durante la Navidad, nuestras emociones se exacerban y de alguna forma somos más vulnerables... en ocasiones hasta llegamos a sentirnos fuera de lugar. Cuando esto ocurra, cuando sintamos el dolor, la duda a seguir adelante, y el temor que genera la incertidumbre, te invito a que cambies el foco de tu atención y busques la mirada del Coach por excelencia, nuestro Señor Jesucristo. ÉL nos abraza para decirnos que nos ama, nos anima a seguir adelante a través de Su Palabra y nos llena de esperanza cuando nos damos cuenta de que, a pesar de estar en Valle de Sombras, enfrentando aflicciones, Él está más cerca de nosotros que nunca, levantándonos, alimentándonos, llenándonos de Su Paz y Amor. Aun cuando estemos viviendo en un mundo caído, recordemos Sus palabras:
“Miren que la hora viene, y ya está aquí, en que ustedes serán dispersados, y cada uno se irá a su propia casa y a mí me dejarán solo. Sin embargo, solo no estoy, porque el Padre está conmigo. Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.Juan‬ ‭16:32-33‬
En su hora más oscura, Jesucristo sabía que no estaba solo: “Solo no estoy, porque el Padre está conmigo". En los momentos en que la desesperanza, el dolor, la angustia, la incertidumbre traten de apoderar de nosotros, recordemos estas palabras y busquemos la mirada de nuestro amado Padre Celestial y Eterno.

En esta Navidad, solo queremos compartir con ustedes el regalo que Dios nos ha dado, un regalo de paz, esperanza, consuelo y amor, Emanuel - Dios con nosotros”, Su amado Hijo Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Un abrazo fraterno, le pedimos al Príncipe de Paz que derrame bendiciones a cada uno de ustedes. Que está Navidad sea pleno de esperanza y el Año Nuevo sea el preludio de un hermoso amanecer que fortalezca nuestra fe y amor a Jesucristo.

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