Como hemos comentado, el cristiano en la actualidad ha venido gradualmente sucumbiendo a las presiones sociales las cuales lo han impulsado, quizás por temor al rechazo, a la aceptación de valores empobrecidos que gobiernan la “cultura moderna”. Hemos abdicado a nuestros valores bíblicos al extremo de que en lugar de que seamos una esperanza o salida para este mundo, quienes nos ven no pueden percibir la diferencia entre nuestra vida y la del no creyente. Me imagino que internamente quienes nos ven estarán preguntándose: