PERDONAR A LOS QUE NOS HAN OFENDIDO
En nuestra entrada “BUSCANDO EL PERDÓN DE QUIENES OFENDIMOS” desglosamos las instrucciones de nuestro Señor en relación con nuestra responsabilidad cuando somos el ofensor. Sin embargo, Jesús no sólo enseñó acerca de la búsqueda del perdón; más tarde, dio una segunda lección centrándose esta vez en ofrecer perdón.
Pedro le había preguntado a Jesús acerca de la frecuencia de perdonar: "Señor, ¿con qué frecuencia debo perdonar a alguien que ha pecado contra mí? ¿Siete veces?'" (Mateo 18:21). Pedro veía el perdón a través de los estrechos lentes de la visión humana. Conociendo que nuestra capacidad de perdonar se agota tarde o temprano, buscó permiso para limitar el perdón a no más de siete veces. La respuesta de Jesús debe haber conmocionado a Pedro, "'No, no siete veces', respondió Jesús, '¡pero setenta veces siete!'" (Mateo 18:22).
¡Jesús rompió todas las limitaciones! En lugar de restringir el perdón a un cierto número, nos da la libertad de perdonar en cualquier momento y en cualquier relación. Para Jesús, el problema del perdón no era la frecuencia sino la libertad, y la medida no era un estándar humano, sino la gracia ilimitada de Dios. En otras palabras, Jesús quiso decirle “cada vez que te pidan perdón”
Para apuntalar esta enseñanza Jesús ofreció una lección acerca del perdón. Lee Sus palabras en Mateo 18:23–35. Aquí, Jesús ilustró la gracia de Dios con una parábola de tres actores: un rey -que representa a Dios, un siervo -que nos representa a nosotros, y un compañero -que representa a quienes nos ofenden. En la parábola se distinguen tres partes:
1. El perdón del rey (Dios) de la inmensa deuda del siervo (nosotros) (Mateo 18:23–27);
2. La falta de perdón del siervo (nosotros) hacia su compañero (ofensor) por su pequeña deuda (18:28–30);
3. La respuesta del rey cuando se enteró de la falta de perdón del siervo y las consecuencias (Mateo 18:31–34).
Perdonar es realmente una cuestión del corazón.
¿Qué dice la magnitud de la deuda perdonada sobre el corazón del rey que la perdonó?
“El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad" (Mateo 18:27). Recordemos lo que este “señor” representa: a Dios. Tenemos un Padre Celestial con un corazón compasivo capaz de perdonar nuestra deuda, la cual es humanamente impagable.
Del mismo modo,
¿Qué dice la pequeña deuda que el siervo se negó a perdonar acerca de su corazón?
“…él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.” (Mateo 18:30) Aquí el siervo nos representa a nosotros cuando, a pesar de haber sido personalmente perdonados por una gran deuda, nos negamos a perdonar… e incluso, insistimos en impartir sufrimiento a nuestro deudor. Esto dice mucho de un corazón centrado en sí mismo… (hago una pausa para que cada uno revise su corazón, como ahora reviso el mío…)
Dos cosas me impactaron grandemente:
Primero, la respuesta del Rey hacia el siervo que no perdonó a su compañero (Versículos 32-34):
“Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! … ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía."
Segundo, la advertencia que nos hace Jesús en el versículo 35:
“Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano”.
¿Qué significa "entregarlo a los torturadores" (Mateo 18:34)? - Simplemente es el tormento que genera la falta de perdón. Es el resentimiento, amargura, la impotencia, el malestar del que retiene perdón con solo pensar en el ofensor o simplemente pronunciar su nombre, esto nos mantiene atados a una celda donde la tortura es constante.
Si el dolor de una ofensa se ha implantado como amargura en tu corazón, tómate un momento para expresar tus sentimientos al Señor, reconocer el dolor, así como la dificultad de perdonar y seguir adelante.
¡Busca liberarte de esas cadenas y de esa tortura!
El perdón de Cristo nos permite perdonar
¿Quién puede ayudarnos a perdonar? Nuestro Maestro no sólo nos instruye, sino que a través de Su poder transformador nos permite perdonar. Las instrucciones de Pablo basadas en la enseñanza de Jesús revelan que Cristo es la fuente de nuestro poder para dar el perdón.
“Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo." (Efesios 4:31–32)
Y… ¿Cómo Dios nos perdonó en Cristo?...
Para poder responder esta pregunta debemos tener claridad en el proceso del perdón: el perdón de Dios esta disponible para todos sin excepción, pero solo lo obtienen aquellos que reconocen y le confiesan su pecado. A partir del perdón de nuestros pecados, tenemos entonces una relación restaurada con Dios. (por cierto, ¡la restitución o pago por el daño causado por nuestro pecado, fue hecho de manera perfecta por Cristo en la cruz!)
Miremos esto con mas cuidado: nuestra deuda ante Dios era inmensa y humanamente impagable, así como la del siervo con su rey. Sin embargo, tenemos un Dios compasivo que dejó su trono celestial, cambió su corona de joyas por una de espinas por amor a ti y a mí. Jesucristo, siendo puro, se convirtió en pecado y sufrió el castigo (en tu lugar y el mío) e hizo el pago completo de restitución requerido por Dios. ÉL quiere que -en amor y obediencia brindemos la misma compasión recibida a aquellos que vienen arrepentidos en busca de nuestro perdón.
No podemos ofrecer la copa del perdón si nuestro pozo interior está seco. Es solo cuando verdaderamente entendemos lo que sucedió en esa Cruz del Calvario, que el perdón de Dios inunda nuestra alma, y tenemos los recursos para “deshacernos de la amargura” y “perdonar a otros”.
¿Cómo te alienta esa verdad a dar los siguientes pasos para perdonar a tu ofensor?
Detente ahora y piensa ¿Hay alguien a quien necesitas perdonar?
Terminemos la enseñanza de Jesús sobre el perdón con tres principios sobre el perdón que debemos a los que nos han ofendido:
1. Negarse a perdonar es hipócrita. ¿Cómo no perdonar los pecados de los demás cuando nuestro Rey nos ha perdonado?
2. Negarse a perdonar infringe tormento interior a los ofendidos. El perdón empeora nuestra mala situación; multiplica el dolor de la ofensa con el tormento de la amargura.
3. Negarse a perdonar impide que el Padre perdone tus pecados. En Marcos 11:25, el propio Jesús nos advierte:
3. Negarse a perdonar impide que el Padre perdone tus pecados. En Marcos 11:25, el propio Jesús nos advierte:
“Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.” Marcos 11:25
Concluyendo
Jesucristo -en el Sermón del Monte- nos habla claramente acerca del perdón, mostrándonos la perspectiva del ofensor (Mateo 5:23-24) y la del ofendido (Mateo 18:21-35), y dándonos también instrucciones y comandos para conducirnos en cada situación.
Lo crucial es entender que:
En ambos casos es nuestra responsabilidad actuar.
En ambos casos la respuesta es el perdón.
Jesús dio dos lecciones sobre el perdón, una a los que hieren y la otra a los heridos. Ya seas el que busca el perdón o el que necesita perdonar, ten la seguridad de que nuestro Señor está caminando contigo en tu camino de perdón.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta pagina.