BUSCANDO EL PERDON DE QUIENES OFENDIMOS

Todos, en algún momento de nuestras vidas estaremos en el escenario de perdonar a alguien que nos ha ofendido o pedir perdón a alguien a quien hemos ofendido. Desafortunadamente nuestra naturaleza es el principal obstáculo a vencer en ambas situaciones.

Desde la Creación, nuestra reacción natural ha sido culpar a otros de nuestros errores:

Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, esta fue su reacción ante las preguntas del Creador:
  • Génesis 3: 12 - " Y el hombre respondió: «La mujer que me diste por compañera fue quien me dio del árbol, y yo comí.»"
  • Génesis 3: 13 " Entonces Dios el Señor le dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?» Y la mujer dijo: «La serpiente me engañó, y yo comí.»
Jesucristo -en el Sermón del Monte- nos habla claramente acerca del perdón, mostrándonos no solo la perspectiva del ofensor (Mateo 5:23-24) y la del ofendido (Mateo 18:21-35), sino dándonos también instrucciones y comandos para conducirnos en cada situación.

Lo crucial es entender que:

En ambos casos es nuestra responsabilidad actuar.

En ambos casos la respuesta es el perdón.


Es sumamente importante que cuando leas esto lo asumas como es, un mensaje para ti, no para nadie más, no mires a tu pareja, hijos, hermanos, amigos, conocidos, etc...

En esta entrega nos estaremos enfocando en cómo debemos actuar si somos el ofensor. Este escrito va dirigido a aquellos que han herido y necesitan buscar el perdón.

Jesús mismo, en la ladera cercana al Mar de Galilea, fue muy claro en relación con dejar de culpar y comenzar a buscar el perdón de aquellos a quienes hicimos daño. Veamos como ÉL mismo lo expresa:

"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar,

y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

DEJA allí tu ofrenda delante del altar,

y VE Y RECONCÍLIATE PRIMERO con tu hermano,

y después de eso VUELVE y presenta tu ofrenda.

Mateo 5:23-24


Diseccionemos estos comandos de nuestro Señor Jesús:

DEJA 

Es importante explicar este fragmento: en tiempos del Antiguo Testamento, durante la alabanza a Dios en el templo, los judíos debían presentar un animal para sacrificio a fin de que este fuera el sustituto para cubrir sus pecados. Cristo murió una vez por nuestros pecados, por lo tanto, ya no estamos requeridos de este sacrificio. Entonces, en nuestra era esto se refiere mas bien a cuando nos presentamos en oración a Dios y recordamos que alguien tiene "algo en contra nuestra"... ¡Paremos aquí! ¿Están viendo la situación? Hemos hecho mal a otra persona, ofendido, maltratado, algo que hemos dicho, etc. Cuando estamos frente a Dios orando es maravilloso lo que sucede en nuestros corazones, El Señor nos comienza a hablar directamente y nos damos cuenta de que hay algo que no está bien, nos incomoda y no LE agrada,

Detengámonos por un instante y pensemos si hay alguna persona a quien hemos ofendido o agraviado y que tiene algo en nuestra contra…¿Qué vamos a hacer?...

Lo primero es sobreponernos a nuestra naturaleza humana que nos dirá:

"Busquemos a qué o quién culpar por nuestras acciones".


Cuando somos el agraviante (Ofensor), nuestra tendencia instintiva es buscar culpar a los demás, encontrar excusas para nuestro comportamiento y peor aún escondernos en el famoso dicho “dejaré que el tiempo sane las heridas”, en lugar de asumir nuestra responsabilidad y dar los pasos en búsqueda del perdón.

Nuestra naturaleza nos impulsa a:
  • Culpar a la persona a quien ofendimos.
  • Culpar a otros.
  • Culpar a nuestras circunstancias.
  • Culpar a nuestros padres por como nos criaron,
  • Culpar a quienes nos hirieron antes...la lista sigue... Sin embargo, ni culpar ni esconderse puede sanar una relación herida, unir a una familia dividida o construir una comunidad que está quebrantada.
Como vemos, lo más común es jugar al juego de "culpar". Si meditamos con detenimiento, sabremos que  culpar nunca sana, siempre hace más daño; culpar nunca resuelve, siempre complica nuestros problemas. 

Una vez que asumimos nuestra realidad, que nos damos cuenta que hemos ofendido y hecho mal a otros, hay una y solo una respuesta: admitir nuestro error y buscar el perdón.

Enfoquemos en las instrucciones de Jesús, "deja tu sacrificio (oración)…" y...

VE

En ninguna parte dice: "medita profundamente acerca de la situación", "Ora por el ofendido", "Deja que el tiempo sane las heridas", o " Dios sanará el corazón de esa persona".  NO, la instrucción es sumamente clara y con un sentido de urgencia: el ofensor debe ir y reconciliarse ("ve y reconcíliate") PRIMERO. -  ¡De inmediato!

¡Cuando somos ofensores, la cuestión es asumir nuestra responsabilidad!


La fricción entre personas puede iniciarse como insulto, encenderse a medida que sale de control, para finalmente arder como resentimiento o como ira. Independientemente del grado de calor, Jesús dijo que el fuego debe ser extinguido inmediatamente, tanto en nuestro corazón donde comienza el pecado como con nuestros pies cuando nos apresuramos a enmendar.

La palabra griega para reconciliarse es "diallasso" y significa: 1. Cambiar, 2. Cambiar la forma de pensar de otro para reconciliación, 3. Reconciliarse, renovar la amistad con otro.

¡Fascinante! La reconciliación incluye un cambio. La enemistad cambia a la amistad a medida que nos reconciliamos a través del perdón, en este caso, de PEDIR perdón.

Es curioso, que en ningún momento encontramos la palabra "fácil" en este versículo, este proceso es difícil por eso debe ser planeado, debe hacerse con un corazón realmente arrepentido y sin buscar justificación y/o condenación.

Razones para no hacerlo, podemos enumerar muchísimas, sin embargo, la instrucción de nuestro Padre Celestial para el ofensor es clara: "VE", haz lo que es correcto, con una sincera humildad, motivación correcta y un corazón arrepentido… así, VE y pide perdón 

Pero qué pasa si digo " Voy a dejar todo al tiempo" "Voy a orar y confiar que Dios resolverá"... y no voy. La realidad, es que no fue lo que Jesucristo te dijo que hicieras, ni tiene nada que ver con el comando: "VE". Eso es simplemente desobediencia, y no solo empeora las cosas, sino que quebranta tu relación personal con Dios.

Una ilustración que me encanta es la siguiente:

Imagina que, saliendo de un estacionamiento, retrocedes sin mirar atrás y golpeas a otro carro. Imagina que reaccionas siguiendo la manera "natural" de pensar descrita, entonces inmediatamente oras a Dios como sigue:

"Amado Padre,
perdóname por no tomar las precauciones cuando retrocedo
y por estar tan apurado cuando manejo.
Por favor ayuda a mi hermano a entender
que Tú vas a proveer por todas sus necesidades para que repare su carro.
Gracias por escucharme y solucionar estas situaciones"
¡Wow no es la Gracia maravillosa!

¿Cómo te sientes ahora?, ¿Te siente bien?... no creo. ¿Sábes por qué?

Porque le debes a esa persona más que una oración a Dios. Le debes la admisión de tu error y la búsqueda de la restitución por el daño causado. Buscando el perdón y restitución se obtiene la reconciliación. La restauración de una relación requiere mucho más que el perdón. Se necesita arrepentimiento del ofensor. Involucra restitución y reconstrucción de la confianza. Y a menudo toma mucho más tiempo.

Nuestra responsabilidad es cumplir lo que Jesucristo nos ha dicho.

La responsabilidad de la otra persona es directamente con Dios. 


En ocasiones puede necesitarse tiempo para perdonar…

VUELVE y …

En este momento, el ofensor puede  regresar y continuar su oración al Padre. 

Qué valioso y gratificante  es saber que hemos seguido a nuestro Padre Celestial, aun cuando el proceso es difícil y en ocasiones doloroso. 

¿Estás en conflicto con alguien porque lo has ofendido?

¿Dios te está guiando a buscar la reconciliación?

¿Qué pasos debes tomar con la ayuda de Dios?



Si eres ofensor y necesitas reconciliar una relación,
pídele a Jesús que te dé valor para buscar el perdón.

Jesús no sólo enseñó acerca de buscar el perdón en Su Sermón del Monte; más tarde, dio una segunda lección centrándose esta vez en ofrecer perdón (Mateo 18:21-35). Este tema lo continuaremos en una próxima entrega.

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