EL PODER DE LA GRACIA


Esta semana iniciaremos una serie de mensajes alusivos a la Pascua con base mayoritariamente en extractos de devocionales del ministerio En Contacto del Doctor Charles Stanley.

Si se nos preguntara cuál es el evento religioso más importante del año, la mayoría diríamos que es la Navidad, cuando en realidad la respuesta debería ser la Semana Santa. Sin duda, la Navidad conmemora en efecto la asombrosa verdad de que el Creador se hizo carne y vivió entre los hombres. Sin embargo, la encarnación fue apenas el comienzo de la historia. El Hijo de Dios vino a la tierra para morir como nuestro Salvador para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre celestial y disfrutar de su presencia por toda la eternidad. Luego, después de derramar su sangre por nosotros, Jesús resucitó, cumpliendo cada promesa que había hecho.

Este año, no nos conformemos con solamente hacer el papel de espectadores. Cuanto más activamente nos involucremos con el relato, más impactará y bendecirá éste nuestra vida.

EL PODER DE LA GRACIA - 1 Timoteo 2:1-6

Uno de los aspectos del amor de Dios que más nos enseña humildad es su deseo de que todos le conozcamos personalmente.

Es lamentable que tantas personas lo ignoren y prefieran dedicar más atención a los amigos, familiares, entretenimientos, deportes, trabajos, etc. Pero la buena noticia es que, no importa cuán distanciados de Él hayamos estado hasta ahora, la puerta sigue abierta para tener una relación con el Padre celestial.

Primera de Timoteo 2:4 dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Notemos que el autor no dice que Dios quiere que “algunos” o cierto número de ellos le conozcan. El Señor quiere que todos los habitantes de la Tierra sean salvos. Su deseo es que ninguno perezca; antes bien, Él anhela que toda la humanidad le conozca (2 Pedro 3:9). Y eso me incluye a mi, 

¡Y TAMBIEN TE INCLUYE A TI!

Algunos incrédulos, cuando miran sus pecados, dan por sentado que no hay manera alguna de que Dios les perdone. Pero en el momento que una persona está dispuesta a reconocer su pecado, el Señor está allí para aceptar al pecador como su hijo. No importa lo que usted haya hecho, a quien haya causado daño, o la clase de vida que haya tenido, Dios está listo y dispuesto a perdonarle.

Incluso para quienes hemos sido cristianos desde hace largo tiempo, es una lección de humildad reflexionar en la bondad de Dios. La misma gracia que nos salvó está disponible en cada paso de nuestra peregrinación de fe. Por eso, cada día, podemos seguir adelante con la certeza de que ningún pecado podrá apartarnos del amor de Dios.

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