ENFRENTANDO A TU GOLIAT

Hoy quiero hablar de los gigantes que están enfrente de ti, aquellas cosas que te sobrecogen, paralizan, aterrorizan y simplemente día a día te derrotan y te mantienen prisionero(a) en un foso.

Muchos de nosotros, nos encontramos atemorizados, desesperanzados y estancados, tanto que, en lugar de enfrentar nuestros gigantes, decidimos evadir la realidad, engañarnos a nosotros mismos y en algunos casos, comenzamos a decorar nuestra celda para sentirnos “más cómodos”.

1 Samuel 17, nos relata cómo David luchó y derrotó a Goliat en el campo de batalla, pero antes de luchar contra Goliat, David lo venció en su mente y en su corazón. Todos estaban asustados y no se atrevían a enfrentar al gigante, porque el gigante les hacía ver sus limitaciones. Pero David venció a Goliat porque sabía que no peleaba solo, sino que Dios estaba con él. El joven y humilde pastor David entendió esta realidad y se enfrentó al gigante que tenía paralizado al ejército de Israel, ¡el ejército del Dios viviente!

Cada vez que leo este pasaje, me sensibilizo y distingo con más claridad los gigantes que enfrentamos. Esas cosas, circunstancias o personas que evitan que vivamos plenamente, que nos consumen tanto que impiden que veamos más allá de la prisión en la que nos mantienen.

Yo no sé cuál Goliat estás enfrentando hoy, pueden ser deudas que te llevan a solo ver el peso financiero y te amargan tu vida y la de quienes te rodean, puede ser una enfermedad que te afecte a ti o a un ser querido y que te estremece y te llena de desesperanza, quizás sea tu relación con un esposo(a) que te maltrata física o psicológicamente, que no te valora como persona, que busca aislarte de tus seres queridos, que te oprime e impide ver mas allá de la prisión en la que te mantiene, quizá sea un trabajo que te consume, una adicción que te domina, un mal hábito que no has podido romper… Gigantes hay muchos y tú sabes cuál es el que tienes frente a ti…

Así como el ejército de Israel, se paralizó frente al gigante Goliat, muchos de nosotros nos paralizamos cuando nos encontramos frente a los nuestros.

Una cosa es cierta, nuestros gigantes no se retirarán por su propia voluntad, ellos no se irán hasta que los enfrentemos. Los Israelitas veían un gigante de aproximadamente 3 metros que los intimidaba y sentían que no podían derrotar, sin embargo, David, un joven pastor que no tenía suficiente edad para pertenecer al ejército de Israel, tuvo el valor que no tuvieron los soldados para enfrentarlo. No porque era un valiente y aguerrido soldado, sino porque sabía quién estaba con el:

“El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, 
también me librará del poder de ese filisteo.” 
1 Samuel 17: 37

Cualquiera puede decirte, o quizás tú ya sabes, lo que debes hacer para enfrentar a tus gigantes, pero hasta que no des el paso, son solo palabras.

Debes ver de frente a tu gigante y decirle con seguridad y confianza lo mismo que David le gritó a su Goliat:

“David le contestó a Goliat: 
Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, 
pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, 
el Dios de los ejércitos de Israel, a quien has desafiado”
1 Samuel 17: 45

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