¡Y EN MEDIO DE HARVEY...NUESTRO PASTOR!
El 20 de Agosto del 2017, publicamos “ El Señor es mi Pastor” tomando como referencia el Salmo 23. Aun cuando en nuestro corazón albergábamos la tranquilidad y paz que nos da el reconocer que El Señor es nuestro pastor, proveedor y protector, nunca nos imaginamos que estaríamos a solo unos pocos días de experimentar y afirmar esa gran verdad.
Los que vivimos en Houston estamos familiarizados con la temporada de Huracanes, y este año las predicciones indicaban que iba a ser una muy activa. Como siempre, tomamos nuestras precauciones y revisamos los equipos de emergencia, la cantidad de agua y las raciones que teníamos almacenadas en caso de que el impacto de Harvey afectara los servicios de luz y agua.... ya habíamos vivido una experiencia similar en el 2008 con el huracán Ike.
Incluso conociendo por experiencia propia lo que significaba vivir un Huracán, el nerviosismo estaba presente. Los primeros dos días de la tormenta fueron intensos, sin embargo el agua en la calle donde vivimos se mantenía a nivel de la acera. Fueron largas noches de sobresalto por las alarmas de tornado, seguidas por las noticias de hogares destruidos al paso de Harvey y las constantes idas a las ventanas, día y noche, para ver el nivel de las aguas en la calle.
¡Finalmente un respiro! Después de dos días de intensas lluvias, tuvimos unas horas de alivio. ¡Ver la claridad y actividad en la calle era esperanzador! Salimos, como todos los vecinos, a intercambiar experiencias y de alguna forma a buscar aliento y apoyo mutuo, pues sabíamos que no era el final de la historia... y muy pronto lo confirmaríamos.. Mientras veíamos a los niños jugar en el agua y revisábamos la situación del vecindario, mi esposa me comentó que pensaba que sería una buena idea tratar de conectar a los vecinos más cercanos a través de WhatsApp, de esta manera podríamos mantenernos en contacto y organizar la ayuda en caso de que la situación se extendiera, ese era nuestra principal preocupación. Fuimos casa por casa y todos acogieron la idea con entusiasmo. En unas horas, ese esfuerzo sería crucial para comunicarnos y brindarnos apoyo.
Como nos advirtieron en los medios de comunicación, la tormenta arreció, las alertas de tornado se intensificaron, las noticias no eran muy alentadoras. Los niveles de agua en las principales avenidas ya no permitían el movimiento de vehículos y tuvimos que tomar la decisión de abandonar nuestro hogar, que es de un solo piso, y movernos a la casa de dos pisos de nuestro vecino. Allí comenzamos a experimentar el desprendernos de nuestras cosas, sin embargo en ese momento pensábamos que estaríamos fuera de casa por unas horas, quizás por algunos días y regresaríamos a arreglar todo y volver a la normalidad... pero la madrugada nos levantaría con un escenario completamente diferente.
Al amanecer, las calles estaban completamente inundadas y desde la ventana de nuestro vecino veíamos cómo el agua amenazaba lentamente nuestro hogar. La impotencia y la sensación de desasosiego se acentuaban mientras veíamos las primeras personas, con el agua a la cintura, empujando colchones inflables llevando solo algunas pocas pertenencias a lo largo de nuestra calle. Comenzamos a recibir los mensajes de los vecinos abandonando sus casas y deseando suerte a quienes quedábamos atrás. La situación empeoraba y la decisión de evacuar era más compleja pues la abuela, quien estaba de visita con nosotros, no sabe nadar y acababa de salir de una neumonía.
Finalmente pudimos contactar un bote de la policia, el oficial prometió recogernos pronto, pero el tiempo pasaba y el agua ya estaba a las puertas de la casa, fue allí cuando recibimos un mensaje del grupo de WhatsApp, era uno de los vecinos que habíamos conocido hace unas horas y había logrado salir temprano. Luego de dejar a su esposa en casa de unos amigos, consiguió un bote pantanero y decidió regresar a rescatar personas. Él nos preguntó nuestra situación y al saber que no era fácil nos dijo que iría a rescatarnos, y así lo hizo. ¡El Señor obra de forma maravillosa! Al poner en el corazón de mi esposa el deseo de ayudar a nuestros vecinos a través del WhatsApp, fue ese mismo medio que sirvió para que nosotros fuésemos rescatados.
Al abandonar la casa pasamos frente a nuestro hogar, aun no inundado, con la esperanza de que las aguas no llegaran a la puerta, sin embargo mientras empujaba el bote llegó un momento en el que el agua me llegaba al pecho, allí me di cuenta que la historia sería otra, pero eso si, en medio de la adversidad, sentí paz. Desde el momento en que dejamos la casa hasta que pisamos tierra seca pasaron aproximadamente 3 hrs, durante ese tiempo vimos el dolor humano, el miedo, la incertidumbre y de la misma manera sentimos la mano y el amor de Dios.
Una de las experiencias más reconfortantes para mi ocurrió al momento de llegar al área de evacuación, ya fuera de la zona de inundación. Era un momento de mucha confusión y tensión, el estar pendiente de mi esposa y mi suegra, mojados, agotados, desorientados y bajo la lluvia, y allí, el escuchar una voz conocida y ver el rostro de tu hermano de la iglesia gritando tu nombre fue como un abrazo caluroso que te anima y hace sentir la presencia del Altísimo a tu lado.
La tragedia es inmensa... ver las casas en escombros y los rostros angustiados de sus dueños con distintas historias, muchas de ellas absolutamente dramáticas, traspasan hasta el corazón más endurecido.... en medio de todo eso, manos voluntarias para derrumbar paredes, para limpiar, para traer almuerzo a las casas en medio de las faenas, gente dispuesta a donar, ¡corazones sacudidos sin duda y movidos a compasión y caridad!
Hemos visto zonas de la ciudad severamente afectadas por la inundación, escombros frente a la casas, lobos vestidos de ovejas y muchos tratando de sacar ventaja de la catástrofe que ha vivido la metrópolis, también vimos lo mejor del ser humano en acción: solidaridad, generosidad, interés genuino, llamadas amorosas, donaciones de personas que conocimos durante nuestra adolescencia y que quisieron aportar “un granito de arena”, como ellos mismos lo dijeron.
Y allí, en ese tejido, muy pequeñitos, estamos nosotros, evaluando daños, llenando largos listados y formatos, haciendo trámites para conseguir vivienda provisional, educándonos y analizando las opciones que tenemos frente a nosotros.
Y allí, en el mismísimo centro de todo esto, INMENSO, nuestro Señor y Dios es nuestra roca, nuestro defensor, nuestra fuerza y nuestro más alto refugio.
Es nuestro Señor quien mantiene nuestra lámpara encendida: ¡Él es la luz de nuestras tinieblas
¡Bendita sea mi roca!
¡Exaltado sea el Dios de mi salvación!
Aun cuando Harvey había dejado Houston, la lluvia de bendiciones y el amor de nuestro amado Padre comenzaron a arreciar en nuestras vidas. Lo habíamos perdido todo, nuestras únicas posesiones era lo que traíamos puesto, sin embargo el Señor nos mostraría que teníamos mucho más que antes!
Son momentos difíciles donde se cruzan las emociones... alegrías teñidas de tristeza y tristezas teñidas de esperanza. Tomar decisiones inteligentes cuando se está en una niebla densa es muy difícil, así es que solo levantamos nuestra mirada a los cielos y le pedimos a Dios que cierre las puertas que tenga que cerrar y abra las que tenga que abrir... sin ofrecer resistencia y sin empujar ya han pasado unos meses... no ha sido fácil pero ha sido bueno, porque Dios es fiel y estamos en sus manos.
Una de las cosas que aprendimos en esta prueba es como no consolar a alguien. Al principio pensamos que quizás nuestro sentimiento era el resultado de lo que habíamos vivido, y que estábamos muy vulnerables y sensibles, sin embargo cuando lo compartimos con otras personas que habían pasado por lo mismo, su reacción era la misma. Escuchamos mucho la expresión “No se preocupen, lo material se recupera, gracias a Dios están bien”. Solo una persona muy querida me dijo, "de verdad siento tu pérdida” y finalizó diciendo “no puedo decirte que no te preocupes pues lo que perdieron no fue material, son sus recuerdos, fueron las luchas que libraron para levantar su hogar, se que lo levantarán de nuevo pero estoy triste con ustedes por su pérdida". Para nosotros fueron las mejores palabras de aliento. No me malinterpreten, la anterior expresión es una gran verdad y la mayoría de las personas la expresan de manera genuina, sin embargo, a veces es mejor callar, o solo decir lo siento, o simplemente estar al lado del hermano caído para escucharlo. Esa fue una gran lección de vida para nosotros.
El Salmo 23 resonaba en cada paso de este camino, mientras estamos en Valle de Sombras, SU vara y SU cayado nos infundían aliento. Nuestros hermanos se congregaron alrededor nuestro, nos acobijaron en su hogar, nos hicieron sentir parte de la familia, nos dieron sus brazos para recoger lo que quedaba de nuestros recuerdos, nos vistieron, usaron sus habilidades para recuperar algunas fotos, nos alimentaron, y sobre todas las cosas sentimos el baño de sus oraciones y el reflejo del amor de Dios a través de cada uno de ellos.
Recuerdo que una persona nos dijo: “ Prepárense, pues esta no será un carrera de velocidad, sino una de resistencia.” Y así es, se avanza poco a poco. Cada día vamos librando batallas de la mano de nuestro amado Padre. ÉL nos consoló cuando sentimos el dolor de tirar a la calle todos nuestros recuerdos, sensación que se prolongó por semanas hasta el día en que pasamos y estaban todos los vecinos festejando pues los camiones de basura ya se habían llevado el recordatorio de esa tragedia. Fue un momento de reencuentro festivo, todos contentos de volverse a ver, preguntando por las esposas y esposos de los que allí estaban... uno de ellos - de los mas afectados, hijo de un par de viejitos de la India que estaban de visita y padre de un bebé que solo tenía un mes de nacido cuando Harvey nos golpeó - decía que estaba tan aliviado de venir a su casa y ya no ver sus cosas hechas basura. En su rostro había una sonrisa y en sus ojos la luz de la esperanza.
Durante esta jornada recibimos el amor de nuestro Padre Celestial y lo experimentamos a través de Sus hijos. Desde nuestros hermanos de la iglesia hasta recibir tarjetas de regalo de un grupo de mujeres de Pennsylvania que nos abrigaron con su generosidad y su compasión para con nosotros, siendo unos extraños para ellas.
El día de hoy, es una ocasión muy especial, ya que se celebra el día de Acción de Gracias, para expresar de todo corazón nuestro agradecimiento a los hermanos quienes nos han acompañado en esta jornada. Nuestro corazón agradecido clama a Dios por salud, protección, bendición, paz y bienestar para todos nuestros benefactores: los que hicieron el intento de rescatarnos y los que lo lograron, los que nos acogieron en sus casas, los que nos consolaron, los que nos acompañaron en la penosa tarea de demoler nuestro hogar y recoger nuestras pertenencias, los que nos vistieron y alimentaron, los que nos dieron dinero y tarjetas de regalo, los que nos dieron la dicha de recuperar parte de nuestros recuerdos fotográficos, los que nos llamaron, los que oraron por nosotros ...
Ya han pasado algunos meses, la casa ya tiene paredes y todo el piso ha sido removido, las ventanas ya se ordenaron y estamos esperando que estén listas (las ofrecen para tres a cuatro semanas) para desmontar las anteriores e instalar las nuevas... mientras tanto se está resolviendo todo el tema de la electricidad que está por debajo de 4 pies de altura y en algunas partes por debajo de 6... luego viene el resto del trabajo: por un lado, pisos, chimenea, puertas exteriores e interiores; por otro cocina y baños; luego acabados, garage, persianas... más adelante, jardines, pérgola, cercas, etc.... limpieza para el final. En paralelo al inicio de la reconstrucción, se está moviendo todo lo del seguro... lo que si puedo asegurar, es que la presencia del Señor a nuestro lado en todo momento la hemos vivido como nunca antes, y ya ni estamos interesados en contar los días que faltan para salir del Valle de Sombras que transitamos, porque nos sentimos en Sus manos, cuidados, sostenidos... en estos momentos somos solo Sus hijos, y Él nos esta cuidando y protegiendo... Él está aligerando nuestra carga, Él esta en control, como siempre, y como nunca hemos estado nosotros, aún cuando a veces eso hemos creído... ¡Cuánto te amamos, Señor! ¡Cuánto te necesitamos! ¡Alabamos Tu Santo Nombre, por encima de todo nombre!
Hay cosas que se intuyen o se saben sin saber. Estos últimos dos meses lo hemos pasado en familia en nuestro apartamento temporal y ha sido muy hermoso darnos cuenta que el hogar somos nosotros, nuestros lazos, nuestra intimidad y el amor tan grande que nos tenemos, no la casa ni las cosas que vamos escogiendo para poner en ellas y que son indicios de nuestro gusto y hasta de nuestra identidad... ¡nuestro hogar somos nosotros! y el sello personal que ponemos para hacer nuestras esas cosas que nos han regalado y que aunque a primera vista son dispares, se van combinando y entrelazando en la vida que llevamos juntos.
¡Dios ha sido bueno! Nos ha guiado y protegido en este valle de sombras que estamos transitando... tenemos paz y nos sabemos en las mejores manos: ¡las de nuestro Señor!
¡Dios está con nosotros y Su gracia nos es suficiente!
Podemos decir como el Apóstol Pablo:
“Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!”
Filipenses 4:12-13
“El Señor es nuestro Pastor”
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